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lunes, 3 de diciembre de 2012

MARAMA Y EL RÍO DE LOS COCODRILOS (Anónimo africano)

Marama era una niña pequeña cuando sus padres murieron. El jefe confió su custodia a una de las mujeres de la aldea. Pero era una mujer malvada que pegaba a la niña, no le daba de comer y sólo pensaba en librarse de ella.

Un día le dio a Morama un pesado mazo, de los que sirven para moler el grano, y le dijo:

-Vete al río de los cocodrilos Bama-ba y lava este mazo para que pueda utilizarlo para triturar el arroz.
Morama estalló en sollozos porque el río estaba muy lejos, era muy profundo y estaba lleno de serpientes y cocodrilos. A la gente le daba miedo ir allí y sólo las gacelas y los leones iban a beber. Pero Marama tenía tal terror a su malvada madrastra que cogió el mazo y se fue.
En el camino del bosque encontró un león que, agitando su melena, rugió con voz terrorífica:
-¿Cuál es tu nombre y adónde vas?
Marana tenía mucho miedo, pero cantó con dulce voz:
Marama es mi nombre
Y no tengo madre…
Voy al río
a lavar este mazo.
Al río de los cocodrilos,
mi madrastra me ha enviado.
Allí sólo van las gacelas
Y los leones a beber.
Y duermen las serpientes
y los cocodrilos.
-¡Ve, pues Marama, niña sin madre! –dijo el león-. Ve y no tengas miedo. Yo velaré para que no te molesten las gacelas y los leones cuando vayan a beber.
Marama prosiguió su camino y cuando llegó al río, un horrible y viejo cocodrilo surgió ante ella, abrió su enorme boca y sus grandes ojos rojos parecían salírsele de la cabeza.
-¿Cuál es tu nombre y adónde vas? –preguntó.
Marama llena de miedo cantó con dulce voz:
Marama es mi nombre
Y no tengo madre…
Voy al río
a lavar este mazo.
Al río de los cocodrilos,
mi madrastra me ha enviado.
Allí sólo van las gacelas
Y los leones a beber.
Y duermen las serpientes
y los cocodrilos.
-¡Ve, pues, Marama, niña sin madre! –dijo el cocodrilo-, lava el mazo y no te asustes. Yo velaré para que no te molesten las serpientes y los cocodrilos que viven en el río.
Marama se arrodilló a la orilla el río y empezó a lavar el mazo, pero, como pesaba mucho, se le resbaló de las manos y desapareció en el agua. Marama se puso a llorar porque no podía volver a casa sin el mazo. De repente surgió del agua un cocodrilo que le dio un mazo nuevo, completamente limpio e incrustado de oro y plata.
-Lleva este mazo a tu casa, Morama, niña sin madre, y enséñalo a todos para que el mundo sepa que el poderoso Subara, rey de los cocodrilos, es tu amigo.
Marama le dio las gracias y volvió a su casa. Por el camino encontró de nuevo al león.
-Déjame el mazo, Marama, niña sin madre, -dijo-. Pesa demasiado para ti. Te lo llevaré hasta tu casa y así todo el mundo sabrá que el poderoso Subara, rey del río de los cocodrilos, es tu amigo.
Cuando Marama llegó a casa, su madrastra admiró mucho el mazo y le preguntó dónde lo había encontrado. Marama solamente le dijo que lo había encontrado en el río de los cocodrilos. Entonces la madrastra cogió otro viejo mazo y fue corriendo al río para poder, también ella, encontrar uno nuevo incrustado de oro y plata.
Por el camino, a través del bosque, encontró un león que agitando su melena, rugió con terrorífica voz:
-¿Quién eres y adónde vas?
La perversa mujer se asustó tanto que no pudo responder y puso pies en polvorosa. El león la siguió con la mirada hasta que hubo desaparecido entre los árboles y simplemente se encogió de hombros.
Al llegar al río la mujer, un horrible y viejo cocodrilo surgió ante ella, abrió su enorme boca y sus grandes ojos rojos parecían salírsele de la cabeza.
-¿Cuál es tu nombre y adónde vas? –preguntó.
La malvada mujer se asustó tanto que no pudo decir ni una palabra y huyó por la orilla del río. No llegó muy lejos. Los leones y las gacelas que iban a beber la rodearon, así como las serpientes y los cocodrilos que vivían en el río, y cantaron todos a coro:
Marama, la niña sin madre,
puede venir a lavar
porque el poderoso Subara,
rey del río, es u amigo.
Pero para ti, pérfida mujer,
El río de los cocodrilos
Significa la muerte.
Y así fue.

1 comentario:

  1. Está claro que
    esto no emergió para
    ser entendido.

    (AITOR SUÁREZ)

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